Caminando una noche por Corrientes vi un zoológico pero de gente. Muchas especies, de todo tipo y color. Hacía frío y yo estaba desabrigada. Me llamaron la atención los pies de las personas. Una señora de botas cobre con taco alto pasa por al lado de otra más vieja con unas pantuflas hechas de colchón y sábanas. Más adelante, otra señora recogía sus pertenencias de una caja de cartón: eran una bolsa de plástico y una guía telefónica.

Yo seguí caminando, con mis zapatillas rotas y mis polainas. Pensaba en cosas tristes, en ausencias y me asustó el porvenir. Mi tiempo no se detiene. La gente a mi alrededor avanza y yo, cabizbaja miro sus pies.