El grito

Miro inmovil la vida que pasa a mi alrededor. Cuando creo que la realidad me abruma, me sobrepasa, me arrastra como una ola que saluda, intento desaparecer. Pongo un CD con el volumen mas alto posible y cierro los ojos. Dos sentidos menos que me separan de la realidad. Escapo por unos instantes de los teléfonos que suenan en los momentos menos indicados, de las pastillas, de mis padres y del gato desparasitado que no consigo. Me planto en el medio de mi habitación, cruzo mis piernas en el piso, aspiro y contengo el aire unos segundos, jugando al suicidio. Me tranquilizo un poco y largo todo el aire acumulado. Largo los restos de cigarrillos, las penas pasadas, los momentos embarazosos y hasta a los políticos corruptos que gritan por la televisión.

Alguien grita por la desesperación, yo callo y otorgo. Alguien grita grita y grita, me pide que hable. Yo no tengo ganas. Alguien me pide que me levante, yo me quedo recostada y cierro los ojos bien fuerte. Alguien hace planes por mi, yo los sigo como si fuera mi perro guia. Alguien quiere compartir mi penar, yo lo mantengo guardado bajo llave. Alguien me da una pastilla, yo la tomo. Grito porque no quiero mas, porque todo me abruma, porque no quiero gritar, porque no me quiero mover. Alguien se asusta y me deja en mi mundo abrumado y abrumador, en mi penar privado, siguiendo la corriente que me lleva a almorzar con Mirtha Legrand.